EL VIAJE DEL ALMA

Venimos a esta vida a cumplir un propósito claro y preciso, definido por el alma mucho antes de nuestra aparición en el mundo físico. El alma sabe lo que viene hacer en esta vida, y aún aquellas personas que no crean en la vida espiritual, incluso los más escépticos, tienen un propósito para estar aquí, sean conscientes de ello o no. Todos tenemos un designio a cumplir en nuestra vida y éste designio forma parte del proceso de aprendizaje, de evolución, de crecimiento del alma, y constituye la esencia y el sentido de nuestra vida en este mundo físico.

Tomar conciencia de ésta encarnación, de que estamos aquí cumpliendo con un plan programado por el alma antes de encarnar es trascendental, aun cuando no sepamos a ciencia cierta cuál es ese plan en concreto. El solo hecho de fundar en la conciencia la convicción de que nuestra alma tiene un propósito para estar aquí, en este mundo, hace que podamos transitar por la vida con una actitud serena, segura y confiada. El conocimiento y la aceptación del propósito del alma representan el alivio de la miseria y de los sufrimientos terrenales y nos dejan libres para desarrollar nuestro camino evolutivo con alegría y felicidad.

La certeza de tener un propósito a realizar nos permite comprender y valorar la importancia de ésta vida y de nuestra presencia aquí, más allá de las dificultades y conflictos con los que tengamos que enfrentarnos día a día. Saber que nuestra alma tiene un objetivo preciso a lograr nos permite mantenernos firmes y enfocados en nuestro camino, aún en las circunstancias más adversas, porque ahora entendemos que precisamente esas circunstancias son parte del escenario que hemos elegido para desarrollarnos y crecer. Mirar la vida de ésta forma proporciona una perspectiva distinta de cada situación, nos libera del sufrimiento de los apegos mundanos y afectivos específicos de la encarnación.

La vida en el cuerpo físico es una aventura para el alma, aunque nosotros no podamos verlo o entenderlo así. Para el alma la vida es un gran desafío, aún cuando en ocasiones tengamos que experimentar el dolor, la vida no deja de ser una gran aventura. Todas las dificultades que enfrentamos son parte del aprendizaje y de la experiencia del alma para crecer y evolucionar. Es diferente caminar por la vida cuanto se es consciente de todo esto.

Entendiendo que debemos cumplir con ese propósito que nos tiene deparada la vida; entonces la pregunta se hace evidente “¿cuál es mi propósito personal y específico en esta vida?”. Es natural desear o soñar con tener una gran misión, pero la primera misión que tenemos en esta vida es con nosotros mismos. Antes de nada, necesitamos sanarnos a nosotros mismos. Si no sanamos nuestra alma, no podremos cumplir con una misión más grane hacia la humanidad. Para ayudar a los demás a llegar a la luz, se necesita de guerreros sanos emocionalmente antes que héroes fuertes. Es necesario haber tenido la experiencia de la Luz, para mostrar el camino a nuestro prójimo que se encuentra en las tinieblas.

Llegar a este mundo encarnando un cuerpo físico para cumplir con el propósito del alma, no es fácil. El solo hecho de encarnar, el proceso para pasar de la esencia espiritual a la sustancia física es sumamente doloroso. Por más aventura que sea la experiencia en el cuerpo físico, cuando el alma se encuentra en la Luz, iniciar el viaje hacia el mundo físico es como ir al exilio, cuando llega el momento de descender en la materia y separarse de la Luz comienza la angustia del alma, la resistencia y el deseo de volver atrás. El instante de la separación de la Luz, para iniciar el descenso al mundo físico, suele ser uno de los momentos más dolorosos y desgarradores para el alma.

Inevitablemente al nacer o poco después olvidamos nuestra identidad espiritual y nuestra pertenencia hacia la Luz. Perdemos nuestra conexión con el Cosmos, con la Luz y con esencia de la Creación. Olvidamos también porqué y para qué estamos aquí en cuerpo físico. Como consecuencia de esta desconexión, olvidamos nuestro propósito original y lo que hemos venido hacer en esta vida. Básicamente empezamos a ciegas, dependemos de nuestra intuición, que es el delgado cordón que nos conecta con lo sutil del mundo espiritual.

El plan del alma es de largo alcance y el cuerpo físico es el instrumento idóneo para lograrlo. El cuerpo físico es el vehículo del alma en este plano. Si maltratamos el cuerpo, si no lo cuidamos, tendremos que dejarlo antes de tiempo y no podremos cumplir en esta vida con el propósito original. Si nos apartamos del plan original, sea por lo que fuere, saldremos de esta vida sin haber cumplido con el propósito de ésta encarnación y tendremos que volver una vez más para concretar en el plano físico la voluntad de nuestra alma.

Muchos propósitos se frustran por enfado, por resentimiento, por confusión, por ignorancia, por creer que no hay un propósito, por priorizar conquistas materiales, por ambición de poder o por privilegiar la satisfacción del ego.

El proyecto para la evolución del alma

El alma elabora un proyecto para su evolución, lo primero es la elección del propósito y el trabajo a realizar en el cuerpo físico, éste trabajo está en relación con acciones de vidas pasadas. El alma necesita efectuar su trabajo de corrección sobre sus acciones en vidas pasadas, ya sea para iniciar o bien para progresar en nuevos emprendimientos. Los asuntos sin resolver de otras vidas, y en particular, los conflictos emocionales y de vínculos afectivos no resueltos, son una carga muy pesada que limitan y bloquean las potencialidades del alma y le impiden manifestarse en la vida física con todo su poder y su creatividad. Por esta razón, para poder desarrollar y cumplir con su propósito central, el alma tendrá que resolver y terminar las asignaturas pendientes que arrastra de vidas anteriores. Realizar éste trabajo le significará al alma gran parte del tiempo físico del que dispondrá en ésta vida. Esa es la razón por la cual muchas personas comienzan a ejecutar el verdadero propósito de su alma en la segunda mitad de su vida, cuando ya se han liberado de las ataduras que las sujetan. Algunas otras veces, cumplir el propósito del alma y resolver asuntos internos para completar el proceso de sanación van de la mano.

Una vez definido el propósito central del alma, se elige el país y la familia en la cual se encarnará. El país y la familia están directamente relacionados con el propósito que se viene cumplir. Los países constituyen el marco de referencia básico para que se desarrolle la aventura del alma. Con su característica particular, cada país ofrece diferentes posibilidades para que el alma interactúe con el drama y la energía del país en el cual se encarnará.

La familia elegida o designada en la cual se nacerá sirve considerablemente al propósito del alma. Es el escenario principal donde se ponen en acción todos los conflictos afectivos y vinculares no resueltos. La familia funciona de distintas formas según la experiencia que el alma necesita vivir. Puede aglutinar o disgregar a sus miembros. Puede dar contención, apoyo y sostén como así también puede inducir al aislamiento, el desamparo o el abandono. Puede acompañar y estimular el desarrollo del propósito el alma tanto como obstaculizarlo o impedirlo. La elección de los seres que serán nuestros padres constituye en muchos casos el aspecto central del propósito del alma.

Existe una ley básica en el Universo que es la ley del amor. Finalmente todo se resuelve mediante el amor. Es casi una regla que enemigos de vidas pasadas se encuentren en esta vida dentro del seno de una familia para resolver su enemistad. Inevitablemente antiguos enemigos se verán obligados a relacionarse por medio de los vínculos familiares.

En cada encarnación se adquieren y/o desarrollan arquetipos que constituyen la personalidad del individuo, lo cual le permite al alma personificarse y cumplir su propósito de perfeccionamiento y evolución. Todos estos arquetipos se forman en base al propósito que tenga el alma.

Cuando llega el momento de iniciar el viaje hacia el plano físico, algunas almas se resisten a hacerlo, desprenderse del mundo de la Luz suele ser muy doloroso y desgarrador. Es el momento en el que se acaba el sostén, la armonía, la paz, el amor incondicional de la Luz para entrar en el mundo de la oscuridad y la dualidad. Y principalmente, se perderá la conexión con la Luz, se olvidarán los propósitos y la consciencia de la propia esencia.

El viaje del alma es una verdadera aventura, tomar conciencia de esto ayuda a avanzar a una velocidad impresionante en el proceso evolutivo.

Si te gustaría profundizar estas enseñanzas y si crees que es tu propósito servir de guía hacia la Luz a personas que se encuentran en la oscuridad, participa del Programa de Formación de Instructores.

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